Ilusiones infantiles

Que levante la mano el que nunca haya jugado con espadas de juguete y en esa categoría entran las ramas o palos que encontrábamos por el campo. Que levante la mano quien después de haber visto alguna película de caballeros andantes de brillante armadura no haya fantaseado con blandir una de esas poderosas espadas que mataban enemigos con solo mostrarles el filo. También podríamos incluir en estos grupos a las personas, niños y no tan niños que jugando a rol quería sentir el acero en sus manos para poder meterse aún más en el personaje. Yo soy uno de esos niños y viví todas esas situaciones e ilusiones. Jamás pensé que pasados unos años (no diremos cuantos para no deprimirme) podría aprender que todo lo que vi, o casi todo, era “falso”. Lo primero que descubrí al empezar aprender esgrima histórica fue que las espadas no se cogen como se enseña en las películas o cómics (ingenuo de mi…) pero eso no hizo más que querer aprender aún más, quería averiguar en que más estaba equivocado y aprender como era realmente eso de blandir espadas.

Ya han pasado unos 6 años desde que recibí mi primera clase y puedo decir que he aprendido mucho, pero sigo con la misma ilusión de aquel niño ingenuo, pero con la consciencia de que ahora parece que se lo que hago con la espada en la mano. Es fascinante ver como cada día aprendes una cosa nueva y comprendes porque esa técnica o guardia a la que no le veías ningún sentido de repente se ilumina ante ti y descubres su significado. Pero hay que ser consciente que esa epifanía solo es el principio, a partir de ese momento sólo quieres utilizar esa técnica una y otra vez para probarte y probarla, para ver en que condiciones funciona y contra quien te es más efectiva.

A partir de ahí aparece de nuevo aquel niño con unas ganas locas de jugar con su juguete nuevo. Cuando en la clase se prueba algo nuevo y empieza a salir y a funcionar empiezan a brotar sonrisas de satisfacción y de ilusión. Empezamos a parecer niños pequeños de nuevo queriendo jugar más y más. Somos todos adultos y ya cargamos con unos años a nuestras espaldas y articulaciones, pero aún así ese niño sigue apareciendo cuando empuñamos un arma.

¡¡¡VERITAS VINCTI!!!